Compartir nuestros conocimientos y nuestros valores
El saber complementarse y formar un gran rompecabezas donde cada pieza es una parte fundamental, con sus características y particularidades. Entendiendo que si una de esas piezas no está, el resultado final no puede conseguirse.
¿Y cómo desarrollar las habilidades blandas?
En primer término, dejando el ego de lado y concentrándonos en el objetivo común que nos llevó a ser parte del proyecto. Entendiendo que somos seres perfectibles y que tenemos, siempre, mucho que aprender de todos los que no rodean. Tomando cada paso como una instancia de aprendizaje.
Esa es la actitud, la humildad, que abrirá puertas no sólo para conseguir los objetivos propuestos, sino para desarrollar mejor nuestras habilidades, ampliar nuestros conocimientos, y fortalecernos como profesionales y como personas.
Pero, de nuevo: nada de esto es viable sin comunicación, a todos los niveles y con todos los actores que nos rodeamos. Eso requiere una alta dosis de empatía, una palabra que todos usamos, aunque poco aplicamos. Porque implica saber qué voy a decir a sabiendas de qué puede sentir la otra persona. Es decir, intentar adaptar el mensaje a lo que otro es, siente, puede o entiende.
¿Qué pasa con el conocimiento si no lo puedo comunicar? ¿Si no lo puedo compartir? ¿Si no lo sé aplicar?
MUERE. Imaginemos juntos. ¿Qué hubiera sucedido si Thomas Edison no hubiera compartido su invento de la bombilla eléctrica, o si Steve Jobs no hubiera formado equipos de trabajo súper innovadores o si los hermanos Wright no hubieran sabido llevar a la práctica sus conocimientos sobre aviación y su creatividad?
En un mundo en el que la tecnología es cada vez más protagonista, lo único que nos diferencia de las máquinas no es el conocimiento y el saber, sino –valga la redundancia – el saber compartirlo, las habilidades blandas, LO QUE NOS HACE HUMANOS. El camino es por ahí.
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