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''El ladrillo y la catedral'' aplicado a la selección de talentos

El proceso de selección de TALENTOS en una empresa debe comenzar muchos años antes que el momento en el que surge la vacante que buscamos cubrir. Desde el mismo génesis de nuestra compañía, cuando la formamos, definimos su rumbo y pensamos cuál es la CULTURA ORGANIZACIONAL que queremos que nos distinga.

Un error muy usual a la hora de buscar cubrir una vacante es pensar solo en los determinados conocimientos técnicos, la experiencia y –con mucha suerte – las habilidades de la persona. Pero incorporar a un colaborador a mi empresa implica mucho más que eso; implica que va a formar parte de un EQUIPO, un grupo de recursos humanos que ya existe y necesitamos complementarlo. También implica que esa persona no solo debe demostrar los conocimientos y habilidades prometidas, sino también que debe acompañar y adaptarse a los valores de nuestra organización, debe estar alineada a nuestra IDENTIDAD. Y el objetivo asimismo es que fusione sus objetivos personales con los organizacionales: tener un objetivo común, en sintonía; construir un vínculo win-win (ganar-ganar).
Por esta razón, incorporar un colaborador significa pensar no solo en mi necesidad presente, sino en el futuro que quiero para mi empresa. A su vez, eso me exige poder ver el verdadero potencial de ese candidato, para entender si va a poder acompañarnos en ese camino hacia el objetivo empresarial.
Necesito ver a ese candidato hoy y a ese colaborador en 1, 3 o 5 años. Una persona que vaya acorde a nuestra idea de futuro, a nuestro sueño, a nuestra VISIÓN.

UN EJEMPLO

Para entender esta mirada, podemos recordemos una anécdota que probablemente hayamos leído o escuchado con anterioridad. Paseaba una persona cerca de dos albañiles que levantaban una valla y ambos estaban a cierta distancia uno del otro.
Con curiosidad el paseante le preguntó a uno de ellos:

– ¿Qué estás haciendo?

Un tanto molesto por la distracción, dejó por un momento lo que hacía y con cierta ironía y molestia respondió:
– ¿No lo ve? Estoy poniendo ladrillos.

Luego, el paseante se acercó al segundo albañil y le formuló la misma pregunta. La respuesta, ahora, fue distinta:
– Es obvio, ¡Estoy construyendo una catedral!

¿Cuál es la conclusión? Que a la hora de buscar un talento, debemos pensar en la catedral que estamos construyendo y no solo en los ladrillos que estamos apilando. Esa es la VISIÓN DE FUTURO que nos exige la selección de nuestros colaboradores.

PAUTAS

En concreto, mientras más certera sea la elección, teniendo en cuenta los factores antes mencionados, más lograremos disminuir no sólo la posibilidad de desmotivación por falsas expectativas o conflictos por ausencia de objetivos comunes, sino que el camino será más armónico y eficaz para ambas partes. Y no solo llegaremos más lejos, sino que también arrojará mejores RESULTADOS.
Una herramienta clave es el On Boarding: un proceso saludable que nos ayude a mejorar la experiencia de ADAPTACIÓN del talento a la organización. Según BambooHR, los colaboradores que tienen buenas experiencias de On Boarding son 18 veces más propensos a sentirse muy comprometidos con sus empresas, que los que no reciben esa adaptación.
Esto requiere un esfuerzo adicional: debemos profundizar también el trabajo previo al momento de la selección de MARCA EMPLEADORA, para atraer a los verdaderos talentos que están en el mercado.
¿Qué significa esto? Carolina Borracchia, especialista en Marca Empleadora, lo define a la perfección: “Atraer talento no es pedir el currículum…”
“Hoy existe una mirada anclada en un viejo paradigma en el que las compañías están centradas y obsesionadas en el talento. Sin embargo, deben entender que la guerra del talento se gana con los candidatos, que no son justamente los que van a ingresar a la compañía. Y también se gana posicionando la marca empleadora, integrando marketing a la gestión de recursos humanos; es decir, atraer y conquistar a todos, no sólo a esos que van a ingresar”, explica Borrachia.

En definitiva, todo se resume en que cualquier inversión de tiempo que hagamos en este tipo de proceso, con el fin de asegurar la calidad del mismo, será justificada si pensamos en el largo plazo. Es decir, si pensamos en la catedral y no en el ladrillo.
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